En este día del libro, voy a olvidarme del autobombo para plantear una reflexión acerca de nuestra forma de leer.
Estos tres libros que ves en la imagen son mis últimas lecturas.
¿Qué tienen en común? Por lo que puedes ver, ¡prácticamente nada!
Porque sí, la lectura también puede ser creativa, en oposición a una lectura mecánica y «de rutina».
La podemos llamar creativa cuando lo que hacemos es disfrutar del proceso, centrar nuestra atención en la forma tanto como en el contenido. Una lectura creativa implica también poner en contraste lo que estamos leyendo con otras obras y con nuestras propias experiencias; en definitiva, sacarle todo el jugo al texto y llegar a entenderlo de una forma más profunda, desgranando la intención del escritor o escritora al crearlo.
Una lectura mecánica, en cambio, es cuando leemos aceleradamente para ir viendo qué ocurre a continuación, inmersos en la historia, pensando en llegar al desenlace. Un estilo que coge más protagonismo día a día en esta sociedad tan acelerada en que vivimos. Esta última es a lo que solemos tender tod@s: tenemos un género o temática favoritos (o quizás dos o tres) y leemos cosas relacionadas. Algunas nos estimularán más, otras menos, pero por lo general solemos poner el piloto automático y dejarnos llevar.
Yo soy especialmente sensible a la lectura mecánica ya que soy muy nervioso, y muchas veces tiendo también a escribir propiciándola porque me doy cuenta de que es lo que pide la mayoría de la gente. Y ojo, en verdad, no creo que tenga nada de malo. Creo que hay pocas cosas tan disfrutables en la vida como un libro tan ágil que no te suelte hasta que lo acabes, y que no te des ni cuenta de que has estado leyendo.
Sin embargo, soy consciente de que, haciendo un símil dietético, eso es lo más parecido a tomarse un donut relleno de crema. Está delicioso, pero no aporta mucho a nuestro organismo. La auténtica literatura, lo que de verdad nutre nuestro lado humano y artístico, se debe disfrutar en calma.
Para ello, no solo es necesario acercarse a obras de alta calidad, sino ser capaces de detenerse a contextualizarlas y entenderlas profundamente. Por mucho que leamos a un premio nobel de literatura, si devoramos esa obra mediante lectura mecánica, no va a dejar huella en nosotros.
Para mí, que siempre voy acelerado, la mejor forma de disfrutar de la lectura creativa es desviarme un poco de la rutina, explorando cosas nuevas; en definitiva, saliendo de la zona de confort para hacer un esfuerzo perceptivo extra. Este esfuerzo, por lo general, acaba por dar recompensas muy satisfactorias.
Así, después de disfrutar «en mi salsa» de Necrópolis, siguiendo la magnífica saga de supervivencia zombi de Carlos Sisí…
…me he lanzado con Estimat Pablo, de María Jaén, a descubrir una historia de amor en catalán y en segunda persona, ambientada en la pre y posguerra civil española…
…y a continuación, a revivir un clásico detectivesco del siglo XIX como es Estudio en escarlata, la primera novela del archiconocido Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle.
Mi forma de leer, siempre alternando bastantes géneros y temáticas, noto que no solo me enriquece como escritor, sino que me ha permitido descubrir joyas que normalmente nunca hubiera pensado que serían de mis favoritas, como Cumbres borrascosas de Emily Bronte o La bodega de Noah Gordon 🙂
¿Y tú, sueles leer variado, o solo te ciñes a ciertos tipos de libro? Ojalá que este post te haya animado a probar lecturas inusuales y distintas a lo que acostumbras 😀