Última noche en el Soho, el thriller perfecto

He de admitir que siempre he sido un poco peculiar en cuanto a mis obras favoritas.

Aunque coincido con la mayoría en lo que respecta a las buenas y las malas (sean películas, libros, videojuegos…), suelen obsesionarme esas raras producciones que, sin destacar de forma apabullante para crítica o público, me resultan tan únicas en los detalles de su enfoque que no puedo evitar tomarlas como inspiración.

El truco de la brillantez de Última noche en el Soho es que, sin estar contando realmente algo muy nuevo u original, nos lo muestra de una forma tan única que la propia película se convierte en un microcosmos fascinante. Esta maravilla tiene gran parte de la culpa de que haya empezado a escribir un thriller paranormal en el que los misterios del pasado jugarán un importante papel en un padre de familia atormentado por una herencia maldita.

En esta película, un inicio muy «feel good» y un poco a lo Harry Potter nos absorbe ya desde los primeros minutos. Nos interesa la protagonista, es fácil que nos caiga bien y nos podemos identificar con ella, con su entusiasmo y con sus problemas. Este ambiente va evolucionando de una forma genial a medida que las cosas se van volviendo, digamos, «raras», o «sobrenaturales», hasta llegar a un punto en el que prácticamente pasamos al género de terror. La trama es una amalgama de hilos perfectamente entrelazados, fácil de seguir y al mismo tiempo con giros y que no te esperas. Se logra con mucho éxito lo que con tanto anhelo buscamos todos los creadores de historias: el efecto «no me lo esperaba, pero no podía ser de otra manera«.

Me sentí completamente absorbido por esta película y metido en la piel de su protagonista, y hay que decir que el trabajo de dirección y fotografía, absolutamente brillantes, ayudan en mucho. Un uso magistral de los reflejos y la iluminación contribuyen a meter de lleno en el ambiente, y el apartado musical, repleto de temazos de los años sesenta, merece una mención aparte. Las dos actrices protagonistas se comen la cámara y los secundarios tampoco se quedan atrás.

Esta es una de esas raras películas que fui a ver al cine una segunda vez, y en ella no solo la disfruté todavía más, sino que pude analizar el guion con mayor profundidad y la conclusión es clara: es uno de los más redondos que he visto. Tanto, que me la he acabado comprando en formato físico ahora en su lanzamiento, algo que solo hago como una o dos veces al año 🙂

Te recomiendo encarecidamente esta película, y si coincides conmigo, ¿por qué no? Puede que también te gusten mis libros. Échale un ojo a mis tres historias de zombis de Relatos Z: Las fases del apocalipsis en Amazon 🙂

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