La abominación cósmica

La nave minera se posicionó con cuidado y lanzó su ancla al asteroide. Quedó sujeta como por un cordón umbilical al irregular cuerpo de apenas un kilómetro de extensión y varias toneladas de masa. Quedó estabilizada tras un ligero zarandeo. La Scavenger X5 y el asteroide permanecieron durante varios minutos rotando entre sí en un lánguido y romántico baile espacial, recibiendo el impacto de asteroides más pequeños que se convertían en polvo al tocar el casco.


Al quedar todo más tranquilo, una figura humana en escafandra emergió con cuidado de la nave como una abeja de un panal, y se ayudó del ancla para desplazarse hasta pisar la superficie, arrastrando una voluminosa carga.


—Todo despejado, Richard. Procedo a la prospección.
—Bien, Fred. Parece que tendremos otra extracción tranquila. Despliega el equipamiento y ya nos dices. Quedamos a la espera.


Richard apagó el comunicador y se relajó en su sillón de piloto. Se giró y encontró la mirada cómplice de Bridget al otro lado de la sala de mando.


—Al fin solos —la ingeniera sonrió pícara mientras se soltaba las sujeciones.


Se dejaron flotar hasta fundir sus cuerpos ingrávidos en un abrazo y se besaron impetuosos, como bebiendo agua tras una travesía en el desierto. Sus lenguas juguetearon entre sí y sus manos buscaron debajo de sus ropas, hasta que Bridget le dio el alto a Richard. Él la miro sorprendido. Ella sonrió.


—Seis meses ocultándolo… pero ya no me importan las normas. Si no les gusta, que nos despidan. ¿Qué piensas, cariño?
—Tienes razón… tú eres mucho más importante que este trabajo, y algún día dejará de ser rentable. Pero tú y yo tenemos toda una vida por delante… juntos.
—La verdad es que llevamos ya un buen tiempo en esto, y lo único bueno que saco es haberte conocido. Yo ya ni me acuerdo de lo que es bañarse en el mar, o del olor de la montaña.
—¡Volvamos a la Tierra! Un añito sabático gastando todo lo que hemos ganado… ¿qué tal te suena?


Ella sonrió y se echó una mano al bolsillo.


—Richard Smith, ¿quieres casarte conmigo?


Un fuerte impacto sacudió la nave al punto de golpear sus cuerpos contra las paredes de la cabina. Comprobaron que estaban bien. El anillo quedó suspendido en el aire y Bridget fue a recuperarlo. Richard volvió a su panel de control.


—Fred, ¿estás bien? ¿Qué ha sido eso?
—Estoy bien, pero he perdido medio equipamiento. De repente se ha hecho de día y se ha sacudido todo el asteroide. Es como si nos hubiera alcanzado una maldita bomba.


Sonó la estridente señal de una comunicación de emergencia. Era del Gobierno de la Tierra. Richard y Bridget se miraron y tragaron saliva.


Fred no iba desencaminado. Les informaron del intento de destruir con armas nucleares un gran cuerpo astral en rumbo de colisión hacia la Tierra. Por inverosímil que pareciera, aunque dicha explosión destruyó el 99% de su masa, el objeto no identificado seguía avanzando en la misma trayectoria, y la Scavenger X5, que pronto se cruzaría en su camino, tenía la orden directa de detenerlo. «Esta es información clasificada y tienen terminantemente prohibido difundirla a terceros», añadieron.


Intimidados al principio, los tripulantes se tranquilizaron al detectar en el radar que no era más grande que la mitad de su nave, aunque avanzaba a bastante rapidez.


—Fred, hemos de soltar el ancla. Tenemos órdenes inmediatas de desviar un pequeño asteroide, volvemos luego a recogerte.

Cuando tuvieron visual del asteroide, dieron un respingo. Lejos de la acostumbrada superficie rugosa o metálica, aquello se asemejaba a un enorme órgano hecho jirones, como un corazón humano en descomposición mordisqueado por los cuervos. Era casi tan grande como su nave. Confundidos, confirmaron que se trataba del mismo objeto de antes en el radar. Richard hizo avanzar la Scavenger hasta poder lanzarle el ancla. Penetró limpiamente, como si en verdad aquello fuera una masa orgánica. Se aferró con firmeza y el cable se tensó. El objeto, lejos de ver su rumbo alterado, giró sobre sí mismo hasta arrastrar a la Scavenger tras él.


—Vale, esto no me gusta… ¡inversión de motores!
La nave intentó acelerar en dirección opuesta a la del asteroide, pero era inútil.
—Bridget, es imposible… ¡ni siquiera lo ralentizamos!
—Richard… ¿ves lo mismo que yo?


El órgano era ahora más grande que la nave, y ¿palpitaba? Impotentes, contemplaron cómo aquella masa informe parecía crecer sin control por su cara delantera. La imagen de la Tierra, cada vez más grande, fue desapareciendo de la vista, oculta por burbujeantes erupciones carnosas que se expandían y multiplicaban su tamaño, convirtiendo a la Scavenger en un mero insecto enganchado a su trasero. Richard intentó soltar el ancla pero fue imposible, se había encarnado a aquella cosa.


En cabina, otra comunicación de emergencia. La Tierra avisaba de un nuevo ataque nuclear.


—Bridget, ¡activa todos los escudos!


No fue tan intenso como esperaban. La Abominación absorbió el impacto y toneladas de restos carnosos se desintegraron o se perdieron en el vacío. Pero… nada parecía haber cambiado. Cuando Richard abrió de nuevo el visor frontal de la nave, contempló apenas un bulto, aún más pequeño que cuando le echó el ancla por primera vez, pero creciendo de nuevo… todavía más rápido, más terrible. Y de fondo, la Tierra. Cada vez más grande, más bella. Más cerca de su condena.


Richard miró a Bridget. La nave era mucho más sólida de lo que pensaron, pero eso no les salvaría de la inminente colisión con su añorado hogar. Ella se soltó y se sentó en su regazo. Se acariciaron con una sonrisa triste.


—Sí, quiero.


Ella le puso el anillo.


Él abrió contacto con la Tierra. Envió una petición de rescate para Fred y anunció en voz alta que se había casado con Bridget y renunciaba a su puesto al mando de la nave minera.


Usó sus permisos de capitán para anular los protocolos de seguridad y configuró los motores para acelerar hacia adelante a máxima potencia. Las luces rojas y las alarmas de peligro se sucedieron por todo el compartimento al confirmar la orden, y la nave empezó a recortar distancia al núcleo palpitante de la Abominación.


Richard y Bridget se fundieron en un beso al mismo tiempo que los motores de reacción nuclear de la Scavenger X5 explotaban con cincuenta megatones de potencia.

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